11.2.12

El mapa de su audacia


El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo 
Proverbio chino

El tiroteo era feroz. Había policías por todos lados, la gente corría de un lado al otro y los incesantes gritos llenaban la atmósfera de una energía negra y pesada. Se acababa de producir un robo a una agencia bancaria y la persecución a los asaltantes era implacable. Lena y Marcial se encontraban de manera casual a una cuadra de la agencia, pues en esa calle quedaba Rock and Roller, una conocida tienda que vendía y reparaba patines. Lena le venía insistiendo hacía varios días que la acompañe a llevar los suyos. Los muchachos, presas de pánico, se habían escondido detrás de un depósito municipal de basura esperando que cese el jaleo. De pronto dos tipos se acercan a toda carrera, arrojan tres bolsas de tela al basurero y emprenden la fuga. Lena asoma con sigilo, toma las bolsas y descubre al abrirlas que estaban repletas de billetes. 

Los chicos se miraron atónitos por unos segundos y sin decir palabra, acomodaron las bolsas en sus respectivas mochilas. Esperaron unos minutos y salieron de su refugio para meterse en el taller de marras. No había más clientes. Lena, con gran aplomo, sacó sus patines y le dijo al técnico que las botas se desprendían de los remaches, quedaban flojas y el patín terminaba muy suelto de un costado. Si puedes hacer limpieza y engrase de los rodajes, mejor todavía. Esperaron 40 minutos, sabían que les convenía que el tiempo pase, pero les pareció vivir la eternidad. En algún momento ingresó a la tienda un hombre pulcramente vestido al que se le notaba contrariado y que pasó de frente a las oficinas casi sin saludar. Permanecieron calladitos todo ese rato, tomados de la mano, sentados en un taburete. Al salir se subieron al primer taxi que paró. El tráfico estaba pesado, el auto demoró casi una hora en llegar a la casa de Marcial y durante todo el trayecto, ninguno de los dos abrió la boca.

Marcial, un joven estudiante de administración, vivía solo con su abuelo, un hombre de 72 años que invertía buena parte de su tiempo en jugar ajedrez con sus coetáneos en el Club del Adulto Mayor de su distrito. Lena, su pequeña novia, estudiaba con él en la misma facultad. Ambos habían entrado a la universidad hacía dos años. Presionados a estudiar una carrera que no eligieron, en nombre del realismo y el mercado, los había unido el desencanto con sus familias y sus deseos de construir un espacio común de felicidad en los márgenes de la voluntad de sus padres, tomando su carrera con mucha liviandad y su romance muy en serio. Todo mandato es minucioso y cruel/ me gustan las frugales transgresiones/ por ejemplo/ inventar el buen amor, escribió Benedetti alguna vez, y ese verso era el emblema de ambos.

Dios mío, ¡qué vamos a hacer con todo esto! gritó Lena, ya en la casa de Marcial. ¿Vendrán por nosotros los ladrones… como en las películas? preguntó con nerviosismo. No lo creo dijo Marcial. Nadie nos ha visto. Los tipos abandonaron el botín para que no los agarren con las manos en la masa y no sabían que estábamos allí. Cuando salimos no había policías ni nadie en la calle y nos metimos al toque en la tienda. Nadie sabe que tenemos esto. Nada nos vincula con el hecho. No lo devolveremos ¿verdad? le preguntó a Lena con una mezcla de sorna e ingenuidad. Ella sonrió y exclamó ¡ni loca! al banco no le hace falta y tiene un seguro de respaldo, ¡es todo nuestro Marciano! Pero hay que contarlo, le indicó Marcial con preocupación, hay que contarlo todo. Dos horas después y luego de varios repasos, ya no quedaban dudas: había grosso modo cuatro mil billetes de 200 soles y dos mil billetes de 100.

Al día siguiente salió la noticia en los diarios y en la TV. La balacera, los heridos, los capturados y el millón de soles que se hizo humo. Ladrones y policías se recriminaban mutuamente por su misteriosa desaparición.

En marzo del 2003, un día antes de que las fuerzas de la coalición militar encabezada por los Estados Unidos iniciaran el bombardeo a Irak, el presidente Hussein envió a su hijo Qusay a retirar del Banco Central de Irak alrededor de $ 1 mil millones en dólares norteamericanos, en billetes contantes y sonantes, mediante una carta escrita y firmada de puño y letra. Sólo $ 650 millones fueron recuperados más tarde, y este hecho insólito es considerado el robo a un banco más grande la historia.

Comparado con la magnitud de este saqueo, el millón de soles que estos muchachos se embolsicaron equivalía apenas a 380 mil dólares, menos del 0,05% de esa astronómica cifra. No obstante, en su vida habían visto tanto dinero junto y semejante excitación los tuvo aturdidos primeros y eufóricos hasta las lágrimas después. El futuro lucía ahora sorprendentemente promisorio. Sentían que por primera vez en su existencia sus sueños no tenían límites. Había muchos planes que trazar, infinitas precauciones que adoptar, algunas reglas importantes que acordar, con cabeza sumamente fría. Pero esa noche no.

Marcial le dejó una nota a su abuelo y Lena llamó a su madre. Ambos tendrían una fiesta esa noche y no volverían hasta el día siguiente. Para suerte de Lena, su madre siempre le decía que era preferible eso a que salga sola de madrugada a buscar un taxi. Lo que hicieron en realidad fue comprarse ropa nueva en una de las mejores boutiques de San Isidro, una botella de vino italiano –un Foss Marai del que Marcial siempre había escuchado hablar al abuelo- y tomar una habitación en el gran Hotel Bolívar, muy conocido por ambos gracias a su famoso bar, algunas veces visitado con sus amigos de la facultad. A sus 20 años, ya podían hacer todas estas cosas por sí mismos.

Naturalmente, Lena se tomó 50 minutos en elegir su atuendo y Marcial conoció por primera vez el valor de la paciencia. Marcianito no pongas esa cara, no puedo ponerme lo primero que veo, tengo que comparar, le explicaba a su novio. Luego vendría la peluquería. Lena se hizo un peinado espectacular, al nuevo estilo de Emma Watson, pero que le costó una hora extra de espera a su acompañante, sentado en un sofá con la botella de vino en la mano y aburrido de leer y releer diez veces la revista Cosas.

Afortunadamente, la vida tiene sus compensaciones. Lena quedó bellísima y tanto que Marcial corrió a comprarse la cámara fotográfica de sus fantasías, una Fujifilm HS30 de 16 mega pixeles, para dejar registrada cien versiones de tan maravillosa imagen. Esa noche fue inolvidable. Luego de la sesión fotográfica, los chicos comieron hasta reventar, se bebieron el vino sin respirar, se amaron con locura, aunque se les hizo muy difícil después conciliar el sueño de tantos proyectos que se les venía a ambos a la mente, como una implacable lluvia de granizo. Oír la noche y no decir amén/ trazar cada uno el mapa de su audacia, resonaban con fuerza los versos de Benedetti en la cabeza de Lena. Ese millón caído del cielo era en verdad un pasaporte al futuro, al futuro más ajustado a sus anhelos que hubiesen podido imaginar jamás.

Durante el desayuno, que hicieron subir a la habitación, la pareja se puso a planificar sus inversiones. Lena quería estudiar educación y Marcial periodismo. Se pasarían a una mejor universidad y se pagarían sus estudios. Lena quería promover talleres infantiles de arte en las zonas más populares de Lima, llevarles a los niños oportunidades para disfrutar de la música, la pintura, la plástica, el teatro, la literatura, allí donde el barrio no tenía nada interesante que ofrecerles. Marcial quería hacer una revista de crónica fotográfica que refleje los rostros desconocidos de las ciudades, los de su lado oculto, esos que los habitantes de una u otra clase social desconocen o prefieren ignorar. Con ese motivo eso viajaría mucho, dentro del país y también al extranjero. ¡Me llevas contigo! gritaba Lena eufórica, ¡yo quiero recorrer el mundo!

Los huevos revueltos con jamón ya habían sido consumidos, la canasta de pan y la jarra de jugo de naranja lucían vacías. A mí me gusta la playa Marcianito, yo quiero que compremos una casa en la playa, le dijo Lena. El mar me da energía y para todo lo que quiero hacer ¡la voy a necesitar! Además, ¿no te gustaría verme con la piel dorada todo el año? Marcial sonreía y apuntaba. Está bien, le decía, pero después hay que sumar, no nos vamos a tirar toda la plata de golpe. Además, hay que gastar de a poquitos porque si no van a empezar decir de dónde gastan tanto estos mocosos que ni trabajan. Hay que invertir también en algo que de plata, si sólo sale el dinero llegará el día en que se acabe. Eres un viejo, le dijo Lena con ternura, ¡piensas en todo! y se sentó en sus piernas con intención de besarlo y abrazarlo fuerte.

En su sala había un antiguo y hermoso baúl de madera repleto de cosas viejas del abuelo que jamás se abría y que fungía de mesita de centro. Marcial se deshizo furtivamente de ellas y reemplazó los trastes con los billetes, le compró un candado y puso sobre él un hermoso manto cusqueño, un legado de mamá que permaneció guardado en el ropero por años. Devolvió a la superficie el florero y el ajedrez de porcelana, y respiró profundamente. No se tropezó con el abuelo sino hasta varios días después. Luego de algunos meses, como era de suponer, el robo dejó de ser noticia y la propia policía pasó a otra cosa.

Transcurrieron tres años desde el inicio de su nueva vida. Ambos se acababan de graduar en la universidad y habían concretado ya todos sus planes. Lena, una muchacha de gran sensibilidad social, redescubierta y reinventada como artista y educadora de niños, dirigía un hermoso proyecto cultural de fomento de la creatividad infantil con resonancias internacionales. La revista de Marcial circulaba por toda Latinoamérica, era famosa y había logrado tantos auspicios que se pagaba sola. La casa de la playa, situada en un condominio privado de la playa Los Órganos, 10 km al sur de Máncora, era una hermosa realidad. Como ambos tenían alguna formación en administración de negocios, supieron hacer algunas inversiones que les estaban reportando muy buenos réditos. El abuelo había fallecido hacía un año, aunque hasta entonces había sido objeto de toda clase de atenciones y engreimientos de parte de su único nieto.

Pero la pareja discutía con cierta frecuencia. Ella, por ejemplo, esperaba que Marcial tomara iniciativa en varios aspectos de la vida en común, digamos, sacar al perro, un hermoso dogo alemán de color negro, comprarle a tiempo su alimento, que consumía a razón de mil gramos diarios, o visitar a su mamá siquiera dos veces al mes. Luego, ella no disimulaba su resentimiento hasta que Marcial se diera cuenta de su falta. Como él no podía adivinar exactamente cuál era la razón de su incomodidad, ya que a Lena le parecía que eso debía saberlo por sí mismo, no hacía lo que ella esperaba y la ley del hielo se iba haciendo más dura. Hacía tres días que Lena no le hablaba.

Marcial no tenía mal carácter, sólo que le gustaba recurrir a la ironía cuando se fastidiaba, algo que a ella molestaba más todavía. Si yo no hubiera recogido el dinero no tendríamos nada, solía ser el mejor golpe de Lena. Si yo no lo hubiera guardado y administrado, no tendrías nada de lo que ahora tienes, excepto ropa, era la demoledora contestación de él. Aunque nos olvidemos de olvidar/ seguro que el recuerdo nos olvida, recitaba Benedetti. Definitivamente, ese poema era su emblema y cuánta verdad había en ese verso. Porque aunque el episodio del origen del dinero siempre regresaba de un modo u otro, Marcial amaba a Lena por sobre todas las cosas, vivía para darle gusto y su felicidad era su paz.

¿Te gusta mi bronceado? Preguntó Lena esa mañana con la habitual coquetería con que se dirigía a él cada vez que quería hacer las paces. Tienes piel de princesa Lenita, le respondió Marcial con gesto de admiración, mientras ojeaba el diario en la terraza, de cara al mar. De una cautivadora princesa del oriente misterioso, cuyos súbditos anticipan sus deseos en el brillo de sus enormes ojos negros. ¿Y qué deseo ahora? le dijo Lena, aproximándose a él seductoramente. ¿Un viaje a Disney? respondió Marcial sonriendo, pero sin quitar la vista del periódico. No, le dijo ella sin inmutarse. ¿Vacaciones en Río? insistió él, nerviosamente. La respuesta fue un segundo no, ya a escasos y peligrosos 30 cm de distancia. Entonces... Uy, ¿y qué tal esta noticia? dijo Marcial con una repentina agitación, mientras doblaba el diario en dos para mostrárselo a Lena:

Resuelto el caso del robo del millón de soles

La nota, escondida en las páginas interiores, daba cuenta del robo a la misma agencia bancaria de hacía tres años. Decía que las investigaciones habían llegado hasta las entrañas de una red de corrupción que involucraba a miembros de la empresa de seguridad y el propio banco, que todos los implicados fueron capturados y que bajo esta misma modalidad –que proporcionaba a la banda información privilegiada- se habrían cometido otros asaltos en diversas agencias de Lima. Parte del dinero habría sido presuntamente recuperado, aunque no se sabía a ciencia cierta pues no había registro de los números de serie de los billetes robados.

El informe revelaba detalles antes no divulgados. Por ejemplo, que esa mañana el asalto falló porque un septuagenario había armado un escándalo minutos antes al habérsele atracado su tarjeta de débito en un cajero automático y el tumulto que se armó puso en alerta a la policía. El auto en que huían los ladrones, además, había chocado aparatosamente con una camioneta particular que, ahora se revelaba, pertenecía a la empresa Rock and Roller, cuyo administrador se encaminaba a realizar una operación en la agencia. El nombre del anciano consignado en el diario, era el del abuelo.

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos, escribió William Shakespeare. Ese parece ser el sello que distingue la aventura de vivir: un permanente e impredecible encuentro entre el azar y la voluntad. Marcial no había leído nunca a Shakespeare, pero había escuchado decir siempre al abuelo: crecemos solamente en la osadía. No tenía que repetirlo ahora. Sus ojos lo decían todo. Lena se sentó en sus piernas, rodeó su cuello con sus brazos y le dijo: el cielo nos tiró una moneda Marcianito y mira las vidas que hemos inventado con ella. 



Autor: Luis Guerrero Ortiz
Fecha: Lima, 13 de enero de 2013
Fotografía © Rob in da haus/ www.flickr.com 

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Fotografía (c) John Earley/ flickr.com