3.12.10

Trascendencia


Ya va a venir el día, ponte el alma
César Vallejo


Siéntate a esperar, nadie te apura, acomoda tus huesos, engancha tu retina a la ventana, cuelga tu razón en la baranda, relaja tus músculos, trasládate sin prisa hasta la luna y contempla la aurora hasta el atardecer. La vida aún no llega.

Arréglate la oreja, redirige tu mirada, sintoniza tu alma con la madre tierra, guarda tus pensamientos y apaga tu imaginación hasta nuevo aviso, avísale a tu piel que es hora del contacto. Ya va a venir la orden.

Revisa pronto tus apuntes, camina en línea recta, avanza a paso firme, memoriza una a una tus pisadas, tus manos recuperan la tensión, tu mente ya está en trance, tus ojos se han abierto, tus huesos se mueven otra vez. Avanza un poco más, ya se termina.

Recupera tu silla, aplaca tu agitación, devuelve al corazón su neutralidad, apaga esa región de tu cerebro, desparrama tus músculos, recupera la luna y el ensueño o pide al sol que se deje caer de nuevo sobre el horizonte. La vida ya se ha ido.

Lamenta ahora tu destino, abre una rendija a tus anhelos sólo para comprobar que aún siguen allí, suspira por un rato, hazte preguntas, intenta hallar al responsable de este bálsamo perpetuo a la razón. Mejor es que te calmes. Piensa en tu mascota, esa canción te agrada, regresa a la ventana. Ya no están. Nadie te apura.

Las paredes se mueven de repente. Las puertas se abren solas, se sienten las pisadas que llegan hasta ti. Colócate el omóplato derecho, enciende la memoria, estira los dedos y ruégale a tu mente que obligue a tus pies a obedecer. Dónde dejaste tus apuntes. Firmes otra vez. La vida regresó. 

Pero se volverá a ir.
¿En dónde nos habíamos quedado?


Autor: Luis Guerrero Ortiz
Lima, viernes 21 de enero de 2011

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Fotografía (c) John Earley/ flickr.com